La Señal de La Cruz
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Observe la posición de los dedos
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Los tres primeros dedos nos
demuestran nuestra fe en la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios
Espíritu Santo. Los dos dedos doblados,
significan que el Hijo de Dios bajó a la tierra siendo Dios y se hizo hombre,
demostrándonos sus dos naturalezas, la divina y la humana.
Al iniciar la señal de la cruz ponemos los tres
dedos juntos en:
- La frente: Para santificar nuestra mente
- En el pecho: Para santificar nuestros sentimientos interiores
- Al hombro derecho
- Y después al izquierdo: Para santificar nuestras fuerzas corporales.
La
señal de la Cruz en la tradición bizantina, es en realidad la forma original
que tuvo esta práctica entre todos los cristianos de los tiempos de la Iglesia
Indivisa tanto de Occidente, como de Oriente.
Esta
manera antiquísima de persignarse que aún se conserva en el seno de la Iglesia
Ortodoxa, expresa de manera simple y lógica la doctrina trinitaria, puesto que
el cristiano cuando pone sus dedos de la frente al pecho, lo hace diciendo en
nombre del Padre, cuando se
dirige al hombro derecho, dice en nombre del Hijo, y cuando se dirige al hombro izquierdo, dice en nombre del Espíritu Santo, y esto tiene su razón
de ser, y es la siguiente: el Hijo está sentado a la derecha del Padre; es por
eso que entre los ortodoxos la señal de la Cruz se hace de derecha a izquierda,
y no a la inversa como es el uso común entre los cristianos de Occidente.
Cuando
nos persignamos debemos hacerlo repitiendo mentalmente: "En el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén." Así demostramos nuestra fe en
la Santísima Trinidad. En nuestro deseo de vivir y trabajar para la gloria de
Dios. La palabra Amén significa: "De verdad" o "Así sea."
La
señal de la cruz nos da fuerza para rechazar y vencer el mal. Tenemos que
hacerlo correctamente, sin apuro, respetuosamente y conscientemente del acto
que significa el persignarse. Debemos
persignarnos: al iniciar, durante y al final de una oración; al reverenciar los
iconos; al entrar y salir de la Iglesia; al besar la vivificante Cruz; también
hay que hacerlo en los momentos críticos de nuestras vidas, en alegrías y pena,
en dolor y congoja; antes y después de las comidas.
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